Difícil más no imposible

El ejercicio del periodismo demanda pasión y entrega. Exige compromiso. Hambre de información y unas ganas, en ocasiones incontenibles, de transmitir el hecho noticioso. Requiere de olfato y práctica. Existen normas para su desempeño. Se necesita también resistencia porque no es fácil sobrevivir a la hora de emprender una empresa periodística. Siempre habrá amigos que apoyen y promuevan, pero también enemigos. Desconfiados que mirarán con recelo la labor de informar porque pudieran sentirse en algún momento invadidos o violados en su intimidad, en su desempeño, sobre todo si este afecta o involucra los intereses de la sociedad, el llamado bien común.

El asunto es sin duda complejo. El término “empresa” va más allá del grupo de personas que desarrollan una idea hasta convertirla en realidad. Una empresa requiere de inversiones para iniciarse y desarrollarse. La empresa para su sustento debe generar ingresos, ser rentable. En el caso de una empresa periodística los ingresos provienen de la venta de contenidos y de la publicidad. Para lo primero se necesita ofrecer un producto de calidad que satisfaga necesidades de información. Para lo segundo, se debe asegurar a los posibles anunciantes, un contacto efectivo con los lectores, escuchas o televidentes que para ellos son sólo consumidores.

Aquí es donde el asunto empieza a tornarse complejo. El buen periodismo necesita ser independiente y equilibrado. Fundamentarse en su misión máxima y suprema de informar y denunciar con objetividad, precisión y exactitud. Más no está libre de presiones. Estas vienen dadas desde diferentes frentes: gobiernos, políticos, empresarios y la sociedad misma. Cada sector busca defender sus intereses y al tener plena conciencia del papel que juegan los medios como generadores de opinión, empiezan a mover sus hilos para influenciar la línea editorial de las empresas periodísticas y adecuarla a sus intereses.

Ejemplos sobran. El cierre, en varias oportunidades, del canal de televisión RCTV, es muestra clara de cómo un gobierno de turno aprovecha el poder para eliminar un medio de altísima audiencia y de línea editorial crítica a un régimen que sofoca libertades. Acciones de este tipo generan reacciones en los medios que todavía sobreviven. Están los que negocian principios a cambio de supervivencia. Venevisión prefiere escudarse en un supuesto “equilibrio informativo” y ofrecer a través de su pantalla un país que le resulta ajeno a los espectadores.

No es fácil mantenerse. Ser objetivo e implacable, no responder a intereses propios y ajenos tiene un costo, es cierto, pero también un gran mérito. El consagrado periodista y escritor argentino, Tomas Eloy Martínez, en su famoso decálogo para comunicadores, dijo que “el único patrimonio del periodista es su buen nombre”. Y un buen nombre se construye respondiendo al principio básico y fundamental de informar teniendo como asideros, el respeto, pero sobre todo la verdad.

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